Hola a tod@s, en esta entrada me propongo contaros la experiencia vital que realizamos los pasados días 6 y 7 de Abril completando la XX edición de las LXVII Millas Romanas. Después de una semana reposando lo vivido puedo decir que ya tengo ganas de que llegue la edición XXI, que ha sido una experiencia única, también dura, y que pretendo repetirla tantas veces pueda.
Los que me conoceís ya sabeís que tenía en mente completar las LXVII Millas Romanas desde hace un par de años y que me había acercado a la prueba el año pasado pero una tendinitis me saco de ella en San Pedro de Mérida. Finalmente este año y casi sin esperarlo, tuve la oportunidad de inscribirme en la prueba a pesar de que la primera intención era realizar las XXX Millas, pero la gran demanda de esta modalidad, nos dejó fuera a un amigo, a mi padre y a mi. El colega tenia claro que a las LXVII no se alistaba así que nosotros dos nos apuntamos a la lista de espera y a tener paciencia. Afortunadamente, bajas de última hora nos permitieron enrolarnos en la XX Edición de las Millas Romanas.
Antes de seguir debo decir que ni mi padre ni yo somos fanáticos ni practicantes del trail y menos del ultra trail, pero sí que compartimos el gusto por el deporte, la naturaleza y los retos físicos un poco fuera de nuestra zona de confort. Siendo una carrera que se desarrolla en nuestra ciudad, tarde o temprano había que hacerla. Para mi padre era la cuarta participación y si terminábamos sería su tercer miliario. Cierto que sus anteriores participaciones fueron hace una década, cuando el circuito era un trébol y menos exigente, pero el tío sigue en forma. En mi caso era mi segunda participación en busca del miliario.

Nuestra compañera de viaje. Un acierto el dorsal de tela.
Decía antes que no era nuestra intención participar en las LXVII Millas y por tanto no la habíamos preparado específicamente, yo venia de hacer la media maratón de Mérida y mi padre de su entrenamiento diario en el río. A pesar de ello no dudamos en aceptar cuando se nos llamó de la lista de espera. Faltaba poco menos de un mes así que alguna tirada larga, cremita para los pies a diario y mucha mentalización para lo que se avecinaba.
Se acercaba el día y las previsiones meteorológicas no solo no mejoraban sino que empeoraban por momentos pero… quien dijo miedo? El día de la prueba, acompañados de nuestra familia, fuimos a recoger el dorsal al polideportivo Diocles y a esperar la salida al parque de la Argentina.

A recoger el dorsal.
Una de las cosas buenas de acompañar a mi padre es que pude constatar a través de su experiencia la evolución que ha sufrido la prueba, a mejor claro está. Podemos sacar punta a cada detalle de la organización pero deberíamos apreciar el buen hacer de toda una cohorte de voluntarios del club de senderismo Vía de la Plata por sacar adelante esta carrera que requiere de una logística importante y que encima este año se ha visto dificultada por la lluvia. Desde aquí todo mi reconocimiento para los componentes de la organización de esta prueba. Han creado y mantenido una carrera que goza de reconocimiento nacional y que entre todos los emeritenses, incluidas las instituciones de la ciudad, debemos cuidar y mantener.
La salida por las calles de Mérida fue espectacular, recorriendo los puntos monumentales más importantes de la antigua Augusta Emerita. Ya extramuros, transitar bajo los acueductos con la luz de las antorchas también lo recordare. Dejamos atrás la ciudad en el Colegio de las Josefinas y enfilamos el camino Mirandilla para ascender el alto de la Agüina. Hasta ahí, nos ha acompañado mi colega Javi, alias RABO. Un máquina el tío, acabo en 14 h y 38 min y dice que sufrió los últimos 20 km!!! En fin, siempre ha sido un superdotado…

La hora se acerca y hay que ir despidiendose.
Nosotros vamos bien y la Agüina la bajamos corriendo y así enfilamos Mirandilla. Ya sin Javi pero acompañados por una pertinaz lluvia que no nos abandonó en toda la noche. Un poco de espera en el punto de control pero es que somos muchos, asi que paciencia y a esperar el turno, que llega pronto. Tras sellar y avituallarnos llamada a casa para decir que se olviden de recibir whatsapp, no está la noche para andar sacando el móvil. Vamos bien y las noticias malas vuelan asi que tranquilas en casa. Llevábamos 13.6 km.
Tras Mirandilla enfilamos la subida a Sierra Bermeja y sus diferentes picos. El recorrido transita por lo que conocemos como el callejón de Mirandilla, al principio con buena pista hasta que se estrecha y entiendes el nombre. La lluvia arrecia pero el poco aire que sopla nos entra de culo así que la subida se hace cómoda hasta que el camino gira a la derecha, buscando Cuatro Caños tras ascender un pequeño repecho. Este tramo es espectacular, las vistas que ofrece con varias poblaciones visibles de fondo y el rosario de luces blancas y rojas en el que nos convertimos los participantes. Además de eso el giro nos expone a un viento lateral que viene cargado de gotas de lluvia, afortunadamente no es muy intenso.
Cuatro Caños nos lleva directamente al primer collado importante del camino, el Alto del Terrero. Mi padre, que ha sido ciclista de montaña hasta que la espalda le dijo basta, me cuenta que esa cuesta se la ha subido no sabe cuantas veces y que era criminal por el firme y el porcentaje de la pendiente. A mí, la verdad, no se me hace dura tal vez por que la propia noche te quita puntos de referencias y pillas el ritmo sin obligarte, no sabes cuanto queda y reservas. Lo subimos bien solo nos extraña la poca visibilidad que estamos empezando a apreciar, ninguno de los dos dice nada pero nos miramos mosqueados porque la noche se esta poniendo muy oscura.
Bajamos el Terrero y llegamos al segundo punto de control, Cornalvo. La verdad es que cuando te estas a cercando al punto y vas viendo los puntos de luz detenidos a 30 o 40 metros de la carpa, tienes encima una manta de agua importante y te temes estar allí al menos 30 minutos se te viene el ánimo al suelo, pero en nuestro caso, sellar y avituallarnos no nos supuso mas de 15 minutos, así que tampoco esta mal. Aqui es donde me acuerdo de la sabiduria de las madres. La mia me habia hecho cargar con unos guantes que en la salida veia inncesarios por completo pero que ahora me daban la vida. Pillamos un caldito, galletas saladas, frutos secos y chocolate, además de agua y a seguir. Llevábamos 22.7 Km.
Después del punto de control nos esperaba El Meteorito, nuevamente antiguo territorio ciclista, muy parecido a El Terrero: rampa de gran desnivel, con mal firme pero corta. Afortunadamente el agua aun no calado y el camino no es nuestro enemigo. Esta rampa ya la conocía pero el envoltorio de la noche la hace diferente pero no mas dura. Seguimos nuestro ritmo, bajamos El Meteorito y llegamos a los toboganes, impresionante la curva de izquierda que te mete de lleno en la primera bajada. Ya la conocia del año pasado pero iba mermado físicamente y esta vez la disfruto aunque con precauciones ya que el agua se empieza a sentir en el camino y lo pone mas difícil.
El descenso hasta la presa de Cornalvo (P.K 29+700) es largo y sinuoso y está peligroso (para nosotros) por lo que decidimos no correr. Hasta ahora el ritmo es bueno, las piernas no van cargadas y aguantamos andando hasta San Pedro. El camino nos cruza con unos compañeros andaluces, de Gerena más concretamente, con los que vamos hablando hasta la localidad citada. La charla no nos impide sufrir la insistente lluvia que tenemos encima casi desde que salimos, los caminos ya empiezan a mostrarse encharcados y mi padre, Ángel, ya empieza a estar hasta el gorro de la noche y la lluvia, pero el tío sigue, la compañía ayuda.
Llegamos a San Pedro (P.K 36+000) a las 3:30 h y allí nos esperaba la cena: pasta, tortilla, caldito, macedonia de frutas y pastelitos. Nos comemos todo, algo de estiramiento, cambio de calcetines en el caso de Ángel y salimos. Para mi es un punto psicológico superar el lugar donde lo había dejado el año anterior así que peor no me iba a salir. La lluvia arrecia y el camino que parte hacia el Guadiana desde San Pedro se presenta encharcado, embarrado y muy resbaladizo, difícil mantenerte en pie asi que ir deprisa…
El par de tramos existentes entre San Pedro y La Zarza (P.K 55+100) fueron sin duda los mas desquiciantes de toda la carrera. Ninguna de las rampas que trufaban el recorrido nos supuso un esfuerzo descomunal pero el estado del camino que nos llevó al baden y el camino natural que lo une con Villagonzalo fueron descorazonadores. En esos escasos 20 km, llanos incluso descendentes, se nos fueron mas de cuatro horas pero contra los elementos se puede luchar poco, ya lo dijo aquel.
En este tramo el camino nos propició el encuentro con varios compañeros. El primero de ellos en el baden donde el hombre se había saltado alguna baliza y venia de la orilla del río. Para el fuimos su tabla de salvación y para nosotros un buen compañero de viaje. Ya en el Cortijo de Santibañez conectamos con otros dos compañeros, uno un pedazo de atleta del que me dío tiempo a aprender cosas de una disciplina que no domino. Fue bueno compartir opiniones con ellos y experiencias. De todos ellos guardamos un grato recuerdo. Entre el cortijo y La Zarza el camino mejoró y pudimos descargar un poco las piernas corriendo a ratillos. Finalmente a las 7:30 entramos en La Zarza.
La Zarza es un punto clave para calibrar si podemos llegar o no, para ello es necesario cambiarse de ropa, calcetines, un poquito de crema y lanzarnos a por el desayuno, necesario para lo que nos espera. Nuestro grupo en este momento es un trío: nosotros dos y el compañero ex-naufrago. Con el cielo ya claro y sin lluvia encaramos la salida de La Zarza hacia Peñas Blancas. En el discurrir de los kilómetros nos unimos a otros compañeros, antiguos conocidos de nuestra etapa futbolística, y otros desconocidos con los que conectamos rápido. Es lo mejor que me llevo de la experiencia, el compañerismo y solidaridad que se respira entre los participantes.
Asi fuimos quemando kilómetros hasta el Alto de Peñas Blancas (P.K 61+900) primero y luego el punto de control del mismo nombre (P.K 67+400) al que llegamos sobre las 10:20 de la mañana. A partir de ese momento comenzamos a interactuar con unos nuevos actores a los que se veía limpios, casi relucientes, con brío en las piernas y con mucha agilidad, todo lo que nosotros ya teníamos casi agotado. Eran, claro está, los participantes de las XXX Millas. Al principio me abrumaron, por que no sabía reconocerlos, pero cuando veia que el/la que nos adelantaba subiendo La Calderita portaba el dorsal de color azul, entendí que eran «los nuevos» y que estaban frescos por lo que yo no iba tan mal. Ángel se acordaba de lo mala que había sido la noche pero el tío seguía firme. El descenso de Peñas Blancas nos sirvió para descargar un poquito y correr, la pista era buena, asi que nuestra pequeña compañía del anillo se deshizo como un azucarillo. Desde entonces haríamos el camino solos salvo breves encuentros con compañeros participantes.
Pero no quiero saltarme etapas. Tras Peñas Blancas nos enfrentamos a la subida de La Calderita. Yo la conocía y le había hablado a mi padre de ella pero el no podía imaginar que por donde se sube es una escorrentía!!! Brutal, mas larga que las de Cornalvo y con mas desnivel y luego ese falso llano hasta el descenso, que también se las trae. Es de las pocas veces que mi padre dijo «esto es duro», así que… Su cima está en el P.K 69+400 con lo que todavía faltaban 30 km para llegar. Este tramo ya está mas concurrido por «los nuevos» y la dureza la suaviza los ánimos y las conversaciones. La entrada en Alange la aprovechamos para poner al día a la familia, cuidarnos los pies y reponer líquidos, que aún nos falta la subida al Castillo de la Culebra y llegar a Mérida, casi na!!!

Parada frente al balneario de Alange. El encuentro con amigos siempre revitaliza.
La subida al castillo que nos tenían reservada no la conocía y la verdad es que es dura, mas que los callejones que están a su izquierda, tanto el del fraile como el del búho. Nosotros zigzagueamos sobre el sendero recto para intentar aliviar la pendiente, que con 75 km en las piernas se hacia eterna. Salvada la rampa inicial conectamos con el camino que asciende por la umbría del cerro y llegamos hasta el patio de armas del castillo atravesando la puerta de la bastida y la de hierro. Desde el exiguo patio de armas comenzamos el descenso por la solana, atravesando la puerta del sol y la de los aljibes para tras rodear los depósitos llegar hasta el siguiente punto de control (P.K 77+200) en Alange. Serian aproximadamente las 13 horas del sábado.
Se podría decir que llegados a este punto lo mas difícil estaba superado y en cierto modo así lo pensábamos, en definitiva «solo» nos quedaban 22 km por pistas llanas en las vegas de los ríos Matachel y Guadiana. Tal vez fue esta suposición la que nos provocó mas ansiedad de la debida al ver que los kilómetros se eternizaban. Los siguientes 10 km hasta el punto de control del Guadiana (P.K 87+700) nos llevaron mas de dos horas completarlo pero he decir que la recompensa fue buena: bocata de chorizo para mi padre y hamburguesa para mi, acompañado por unas cervezas sin alcohol. Comprobe que no son una leyenda urbana y me sentó de maravilla.
La parada para comer y el estado de nuestros pies hizo que la reanudación de la marcha fuera un suplicio, a lo que sin duda ayudó la naturaleza del camino, de cemento de color rosa, mucho mas duro que los que habíamos andado durante la noche. Estos últimos 12 km se nos hicieron interminables. Nos cayeron dos chubascos impresionantes, los pies no soportaban mas y la ansiedad por ver el puente romano, consiguieron que el final de nuestra carrera fuera penoso. Afortunadamente en el puente nos esperaba nuestra familia, lo que sin duda mitigó nuestra fatiga.
Finalmente a las 18 h, mas o menos, hacíamos nuestra entrada en la linea de meta. Muy cansados pero satisfechos. Al año que viene volveremos, al menos yo, e intentaremos completar de nuevo las fantásticas LXVII Millas Romanas de Mérida.
Nuestro agradecimiento a todos los que han puesto su granito de arena para organizar esta prueba, sin su colaboración ninguno de nosotros podría realizarla. Un abrazo fuerte a todos ell@s.
He omitido los nombre de nuestros compañeros de viaje, a excepción de mi colega Javi, por una simple cuestión de confidencialidad. Sabeis quienes sois y que guardamos el mejor de los recuerdos de vosotros. Esperamos que el camino nos vuelva a cruzar y echar otro magnifico rato con vosotros. Un abrazo a todos.
Tanto la crónica como el esfuerzo de realizar las LXVII Millas Romanas estan dedicadas a María Luisa Martín Nuñez y Carla Delgado Martín.